16 de junio de 2007

LA ATRACCIÓN DE LO DECADENTE

- ¿Te encuentras bien? ¿Por qué te fijas en esas cosas?

Mirar las decadencias es un ejercicio antiestético, por comparación con lo reluciente y los neones de la perfección simulada. Esa es la (repetida) cultura de la imagen que machaca la televisión: cuerpos perfectos, apartamentos luminosos con vistas al océano infinito, niños rubios, con ojos rubios, con dientes rubios...


Las decadencias tienen un gancho distinto, por contradicción, por el mero ejercicio de engañar al ojo y separarlo de esas siluetas perfectas. No es culto a la ruina ni a la destrucción. Sencillamente es mirar con otros ojos, sin miopías posmodernas, sin impostaciones publicitarias, sencillamente volver al lugar primigenio donde se aprendía a aprender.

Era otro tiempo, en el que subir y bajar esas escaleras tenía algo de épico, de descubrimiento de otro mundo, otras constumbres y modos de vida tradicionales, de entender la estrechez de aquellos muros de adobe con la naturalidad de los brazos en jarra. Como me gustaría bajar esas escaleras y contarte que tenemos nuevo alcalde, el nieto de Pespunte, el niño de Mercedes la Hipólita, que en la puerta de aquella casa ofrecía las hojas del laurel que cubría el pozo.

Que no daría yo...